jueves, 8 de octubre de 2009

La Envidia No es Sana

“Quien posee algo precioso, pero perecedero, teme la envidia ajena, proyectando a los demás la misma envidia que habría sentido en el lugar del prójimo”
Sigmud Freud

La Envidia, el mirar con malos ojos; el pesar por el bien ajeno; un mal que afecta sin duda a todos.Este sentimiento provee al sujeto de las más viles estrategias destructivas orientadas hacia el envidiado. El envidioso actúa de una indómita mala fe con un incontrolable entusiasmo perverso, destructor, inmoral si es justificable para sus propósitos bárbaros; es ese otro con toda la virtuosidad provocativa que se nos mete entre ceja y ceja con todo aquello que lo hace tan feliz, tan exitoso, talentoso haciendo alarde de forma inmisericorde solo para hacerme indigno de mí mismo. Ese otro que triunfa inexplicablemente, inmerecidamente, porque aquel que envidia no es capaz de ver los sacrificios, el esfuerzo que le significo al envidiado poseer aquello que nos provoca envidia.

 
el envidioso no intenta poseer las virtudes del otro, no quiere quitarle sus posesiones, las quiere destruir, la actitud de odiosidad pujante vehiculiza sentimientos destructores hacia el otro, destruirlo, borrarlo del mapa, sentimiento que se intensifica si el envidiado se nos acerca amigablemente, incluso puede llegar a transformarse en un sentimiento de autodestrucción. No existe tregua posible desde la envidia.

 
La envidia es transgresora del propio yo, va más allá de los límites que incluso pueda tener la admiración. Cuando pasamos de la admiración por otro, por un algo o alguien, por una idea o un concepto a una obsesión, un trastorno y dejamos de sentir alegría por aquello que hace tan feliz al otro entremos en tierra firme hacia los dominios de la envidia, ya hemos sido contagiados, convirtiéndonos en un predador terrible un cauteloso asechador, un lobo disfrazado de oveja que buscará todo medio posible para hacer caer el objeto de envidia: difamación insultos; acusaciones, la mentira la transforman en verdad como último recurso de ataque. En la obscuridad asecha esperando el momento justo y preciso para atacar. El envidioso seduce inclusive para poder atacar con más agudeza y eficiencia.

 
Para el envidioso el otro es su imagen, la escena especular en donde ese reflejo es el conflicto con sí mismo, hay una mirada sin correspondencia, una provocación dirigida no contestada. El sufrimiento del envidioso llega a ser desgarrador en cuanto lo que desea va más allá de las posesiones del otro, lo que desea, sin saberlo, es lo que desea el otro y es eso lo que quiere destruir.

 
El placer por el fracaso del envidiado que incluso puede ser un amado ya que la envidia solo es posible ante un semejante o un igual, un cercano, un otro que desde el mismo punto de partida y en igualdad de condiciones se nos aleja. Por tanto la envidia refleja una carencia o deficiencia de la persona que la experimenta, lo que provoca la envidia no es sino que el fracaso por no haber conseguido lo que el otro si pudo pese a que tengo las mismas potencialidades, luego ya no quiero aquello que nos provoca envidia, ahora ese objeto debe ser destruido, que el otro lo pierda para que este aquí al lado mío, hombro a hombro sin posibilidad alguna que me pueda restregar en el rostro de lo que yo no soy capaz. Como pueden comprender, si alguien les dice, te tengo envidia, pero sana envidia, arranquen por que la envidia sana, como ya pueden notar, no existe.


por Benjamín Román

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